En la narrativa italiana, el amor es un sentimiento que ha subyacido en la mayoría de los escritos: trágico, apasionado e impulsor, su punto culminante siempre se ha alcanzado en el amor que gana, pero a costa de la propia vida, como a simbolizar su ir más allá.

Los amores atormentados, de hecho, independientemente de los siglos, son aquellos con los que más empatizamos: nos hablan de Paolo y Francesca en su torbellino de fuego, o de Romeo y Julieta en su amor que no puede ser.

Sin embargo, ¿podría imaginar que el amor también fuera capaz de regalarnos segmentos de naturaleza en los que realmente se respira la historia de un sentimiento desbordante? Cerca de Módena, más concretamente en la localidad de Serramazzoni, hay unas cascadas con un curioso nombre, llamado Bucamante, precisamente por estar vinculado a una leyenda local, la que ata en un doble hilo los destinos de Odina, una joven aristócrata, y Titiro, un pastor local.

Mientras se dedicaban a pasear por los bosques caducifolios, presentes en gran número en aquellas zonas, la joven aristócrata Odina y la doncella de la corte se toparon con Titiro, un joven pastor que pasaba por la zona: entre los dos muchachos hubo amor a primera vista, hasta el punto de que empezaron a verse a escondidas.

Un día, sin embargo, la criada los sorprendió, y tal vez, invadida por la envidia, fue a informar de todo a los padres de Odina, que decidieron encerrar a su hija en el castillo.  

Una mañana, sin embargo, Odina consiguió escapar y llegar hasta Titiro. Su reencuentro se ve frustrado por la búsqueda de los criados y guardias de la corte, y a fuerza de huir, llegan a una cascada de la que no hay salida.

Al darse cuenta de que no tienen escapatoria, los dos amantes se abrazan y se arrojan a la cascada. El peso de sus cuerpos, según la leyenda, hizo ceder el suelo bajo la cascada, dando luz al lugar que pasó a conocerse como la “Buca degli amanti” (Agujero de los amantes), que con el tiempo se convirtió en Bucamante, un valle naturalista a las afueras de las localidades de Cornazzano y Serramazzoni.

Hoy en día, a las cascadas se llega recorriendo 30/35 km (dependiendo de la carretera que se tome, ya sea la estatal 12 o pasando por la Tangenziale Nord en dirección a Sassuolo) y se pueden visitar a través de dos senderos, llamados “Odina” y “Titiro”, desde los que se puede bañar todo el curso de agua del río Bucamante, e incluso refrescarse al borde de la cuenca. Ideal para excursiones de primavera y verano, en cualquier estación este lugar es una plácida escapada, llena de buen aire y épica. ¿Cómo no pensar, entre una hermosa puesta de sol o los rayos del sol filtrándose entre la densa maleza, en Odina y Titiro, y en su amor que permanecerá siempre vivo en este lugar dedicado a ellos?

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